Luis Zambrano Sequín
Profesor titular e investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IIES), UCAB
Junio 2025
La coyuntura económica venezolana hoy se caracteriza por la muy elevada incertidumbre con relación a los impactos que sobre la economía doméstica pueden tener las múltiples variables determinantes, internas y sobre todo externas, que están siendo profundamente modificadas.
Desde luego, hay que mencionar en primer lugar los cambios en la política económica promovidos por el nuevo gobierno en los EEUU que afectan específicamente las relaciones comerciales, migratorias, diplomáticas y políticas con Venezuela.
Para una economía pequeña, abierta y ya de por sí muy debilitada, después de décadas de inestabilidad política, económica y social, los efectos de la restitución de las sanciones petroleras y financieras tiene, y tendrán, un profundo y duradero impacto. Ahora, además, se añaden nuevas restricciones al comercio con terceros países y el retorno forzado de un contingente de migrantes que difícilmente puede ser absorbido por la economía interna.
Las medidas, cuya magnitud e intensidad aún están por definirse con claridad, tendrán un importante impacto sobre la producción y las exportaciones petroleras y, con ello, sobre el ritmo de la actividad económica interna. Una reducción de la producción petrolera, entre 20% y 30%, que supone una contracción relativamente mayor en los ingresos externos de país, es un choque negativo de una magnitud considerable en el contexto de una economía que no cuenta con instrumentos fiscales y monetarios que le permitan absorber, al menos parcialmente, un choque de esta envergadura.
El comportamiento esperado de la economía global tampoco será favorable. Confluyen un nivel bajo de crecimiento en los mercados globales, especialmente el de la energía, como consecuencia de una muy débil demanda, incrementos en la oferta y mayor competencia entre los productores. A esto se agrega la profundización de las políticas proteccionistas, motivadas por la agresiva alza de los aranceles anunciada desde el gobierno de EEUU, que se traducirá en menores volúmenes de comercio y mayores presiones inflacionarias globales. Habría también que añadir otros factores, no menos importantes, como las fuerzas que promueven la desglobalización y la desintegración de los flujos de comercio, con sus efectos negativos sobre las cadenas de suministro; las tensiones geopolíticas asociadas a los conflictos bélicos en Medio Oriente y Ucrania; y los crecientes problemas relacionados con el cambio climático que están afectando, sobre todo, a la región latinoamericana,
En un escenario como este, es de esperar una contracción de la actividad económica acompañada de la devaluación del tipo de cambio y una aceleración de, la ya muy elevada, tasa de inflación interna. Con una alta probabilidad, la economía venezolana terminaría contrayéndose este año, lo que supone una reversión en la tímida tendencia de recuperación de la economía que se estima caracterizó al período 2021 – 2024.
La tasa de inflación probablemente volverá a moverse en el intervalo de los tres dígitos, no solo como consecuencia de la acelerada depreciación de la tasa de cambio, sino también por la muy probable recurrencia al financiamiento monetario del gasto público, para “compensar” la caída en los ingresos petroleros y tributarios internos, frente a un gasto fiscal rígido en extremo.
Las fuertes restricciones para ajustar a la baja el gasto público y la dominancia fiscal sobre la política monetaria, se traducen en crecientes limitaciones que impiden la expansión del crédito interno, con lo cual se hace más difícil mantener el nivel de las actividades económicas domésticas y el desempeño del sector financiero.
Ese panorama evidencia una gran fragilidad de la “política de estabilización” que se ha venido implementando desde el Banco Central, mediante el uso del tipo de cambio oficial como el ancla nominal de los precios. De hecho, ya en el transcurso del primer trimestre el tipo de cambio oficial se ha incrementado 87% y la tasa en el mercado paralelo 101,3%, con una ampliación progresiva entre ambos indicadores.
Para una economía que se ha contraído de manera tan significativa en un reducido plazo, contraerse aún más, incluso a tasas relativas que podrían parecer pequeñas, tiene importantes implicaciones sobre el nivel de bienestar social y la distribución del ingreso. La creciente informalidad del empleo, y la incapacidad para desarrollar políticas sociales compensatorias, suponen un retroceso en la tímida reducción en los niveles de pobreza que se registraron durante el primer semestre de 2024.